Las empresas queréis potenciar vuestra competitividad y sostenibilidad y valoráis, cada vez más, cualidades de vuestros/as empleados/as y trabajadores/as que marcan la diferencia. Y estas son las llamadas "soft skills" o habilidades blandas, que poco a poco van ganando terreno a la primacía de las consideradas «habilidades duras» o técnicas.

Las "soft skills" es un concepto que surgió en un manual de entrenamiento del ejército estadounidense en los años 70 y que a día de hoy es palabra de uso habitual en la gran mayoría de los departamentos de Recursos Humanos.

Pero, ¿qué son las llamadas "soft skills"? Con este término nos referimos a un conjunto de competencias variadas, que incluyen habilidades sociales, de comunicación, inteligencia emocional, actitudes y aptitudes personales a las que se considera cualidades esenciales para llevar a cabo de forma eficiente el trabajo diario.

Estas "soft skills" marcan la capacidad de relacionarse y comportarse en un determinado contexto; es decir, definen relaciones interpersonales, sociales y profesionales.

Aplicadas el mundo empresarial, el disponer de estas habilidades permite que los equipos se compenetren mejor, trabajen de manera más fluida y eficiente y aumente la productividad.

No son habilidades que se adquieran en un curso rápido ni en una tarde, así que es importante desarrollarlas desde edades tempranas, en las diferentes etapas formativas, para luego consolidarlas y llevarlas a la práctica en el mercado laboral (y en la vida).

Habilidades blandas vs habilidades duras

Mientras que las habilidades duras son, en general, talentos y habilidades que se pueden medir y aprender y se aplican únicamente al entorno laboral, las habilidades blandas son difíciles de cuantificar o evaluar, no siempre se pueden adquirir y son aplicables a todos los aspectos de la vida, no solo al ámbito profesional.

Tradicionalmente, estas habilidades blandas complementaban a las habilidades duras o técnicas, consideradas las prioritarias, pero, en los últimos años, las blandas han ganado protagonismo en el ámbito empresarial y cada vez se las busca y valora más, incluso priorizándolas.

En el actual contexto, las «soft skills» resulten cada vez más determinantes a la hora de evaluar candidatos/as para un puesto de trabajo.

Porque nadie duda de que las habilidades blandas personales contribuyen al éxito conjunto de un equipo de trabajo y de una organización.

Así lo confirma la experiencia práctica y también los estudios. Un informe de la Universidad de Harvard refleja que hasta un 80 % de los logros en la carrera profesional están determinados por las habilidades blandas y tan solo un 20 % por las duras.

¿Cuáles son estas habilidades blandas cada vez más demandadas?

Son muchas las habilidades o competencias que podemos englobar como blandas, pero nos quedamos con algunas de las más destacadas:

  • Resiliencia. En todo proceso hay altibajos. Resulta esencial no dejar que los obstáculos frenen la actividad y saber gestionar la presión para encontrar la manera más adecuada de solucionar los problemas.
  • Empatía e Inteligencia Emocional. La capacidad de comprender las emociones y sensibilidades de los demás, además de ayudar al trabajo en equipo, sirve para conectar más y mejor con las necesidades y gustos del cliente.
  • Pensamiento crítico y estratégico. Ser capaz de evaluar pros y contras y de tener en cuenta puntos de vista diversos a la hora de evaluar un proyecto o un servicio es indispensable para detectar carencias y necesidades y plantear mejoras que culminarán en un resultado final más satisfactorio. Además, favorece la atención a los detalles.
  • Creatividad. No es fácil destacar entre la competencia. Las empresas necesitáis innovar y poner en práctica ideas nuevas y llamativas que os permitan haceros un hueco en el mercado y no pasar desapercibidas entre el amplísimo abanico de ofertas existentes.
  • Liderazgo. Las dotes de liderazgo transmiten seguridad y capacidad para realizar el trabajo, coordinar o dirigir equipos y ayudan a generar un entorno de trabajo constructivo.
  • Aprendizaje continuo. En un mundo marcado por la tecnología, los cambios se suceden a gran velocidad y se necesita un proceso de aprendizaje continuo para no quedarse atrás, sea cual sea el puesto, tipo de trabajo o la actividad de la empresa.
  • Flexibilidad. Saber adaptarse y reinventarse es indispensable. Las empresas y los/as empleados con disposición al cambio y capaces de asumir nuevos retos y/o tareas tienen más posibilidades de crecer profesionalmente.
  • Desarrollo de habilidades digitales. Y precisamente una de las mayores necesidades de adaptación y actualización se relaciona con las nuevas tecnologías digitales. Porque la imparable digitalización ha convertido este tipo de conocimientos en indispensables en todos los ámbitos: relación con el cliente, gestión de stocks, venta…
  • Comunicación y negociación. Resulta fundamental la capacidad de expresarse bien de forma oral y escrita y saber adaptar el tono y el mensaje al entorno y al oyente, tanto en el ámbito interno de la propia empresa como de cara a clientes externos. Sin duda, una presentación ágil en público contribuye más a una negociación que todo un despliegue de datos técnicos.
  • Trabajo en equipo. El conocimiento o el rendimiento individual deben encuadrarse en una correcta dinámica grupal para un resultado óptimo. Porque un buen trabajo es fruto de la colaboración, el entendimiento y la suma de esfuerzos de personas con roles diferentes capaces de entenderse con la mirada puesta en un objetivo común.
  • Gestión del tiempo. Los recursos son limitados… y el tiempo también. Una buena organización y priorización del tiempo (y de las urgencias, si las hay) permite ahorrar costes y ganar en eficiencia. Los/as empleados/as que administran bien su tiempo resultan más productivos.

Todo un abanico de competencias que marcan la diferencia en una empresa y que trascienden la aplicación de nuevas tecnologías, la automatización o la transformación digital.

Frente a la robotización y la inteligencia artificial, cada vez son más demandadas este tipo de habilidades del ser humano, que complementan la actividad que realiza la tecnología pero que no pueden ser suplantadas por ella.

Porque las "soft skills" implican un valor humano diferencial difícil de cuantificar pero cuyos beneficios sí os resultarán visibles.

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